Brasil: un gigante que mira de reojo al mundo

Del archivo: El País Invitado de Honor de la Feria Internacional del Libro de Bogotá despierta admiración entre las editoriales latinoamericanas, pero más allá de las muchas iniciativas que han tenido las empresas privadas y el Estado, aún hay varias contradicciones por resolver

1 portada VZLA

Uno de los muchos caminos para entender a una sociedad está en su gastronomía, por eso no es capricho que la industria editorial brasileña pueda comenzar a explicarse desde la feijoada, el plato nacional del país mais grande do mundo. Decir que lleva frijoles y cerdo es muy genérico porque lo importante está, precisamente, en lo que cada casa ve en esos ingredientes: ¿negros, rojos o blancos?, ¿orejas, tocino, morro, rabo, lengua, costillas o chuleta? En la suma de las muchas variables, Brasil se revela como una nación inmensa atravesada por la historia de indios tupís, quienes pusieron la farofa harina de yuca, negros de toda la África costera, quienes se aferraron al potencial calórico de los fríjoles, y blancos colonizadores de Portugal y Francia, quienes tenían varios siglos aprovechando todas las partes del animal más noble.

La feijoada es el plato que todo país necesita para entenderse un poco mejor: empezó como recurso de los esclavos para aprovechar las sobras de los capataces y hoy en día es una de las pocas expresiones –junto a la samba y el fútbol– que van desde la selva húmeda de Belém hasta la pampa de Rio Grande. Si existe la sensación de que todos caben en el gigante de América del Sur, el comienzo está ahí, en la feijoada.

Clarice Lispector..

Se sabe que Brasil es uno de los protagonistas del orden económico actual, que junto a India y China acumula expectativas y contradicciones, inversiones y riesgos. Como en sus pares asiáticos, este año ha enfrentado un desaceleramiento de su economía, pero nada de eso impide que la inversión extranjera directa se mantenga en un promedio de 32.822.000.000 de dólares anuales. Su población de casi 200 millones de habitantes podría parecer un dato suficiente, pero la movilidad social brasileña ha alcanzado números notables en la última década y la cifra oficial dice que durante los dos periodos del presidente Lula da Silva, 30 millones de personas se sumaron a la clase media, para alcanzar una población consumidora que supera con creces los 100 millones de bolsillos.

En un país de estas características, pocos economistas clásicos mantienen la vigencia de Joseph Schumpeter, tan convencido de que la innovación y el desarrollo están en manos de los emprendedores, apoyados puntualmente por el Estado. Ese ánimo conciliatorio también tiene mucho de feijoada y, tal vez para que tanto crecimiento no renueve la lógica de opresores y oprimidos, para que el plato sea ante todo un punto democrático de encuentro, la cultura se asoma como elemento clave para generar una “libertad positiva” que vaya más allá del consumo, Amartya Sen dixit.

Paulo Coelho

Brasil, en fin, está resolviéndose a sí misma sobre la marcha y ante la promesa de una inyección petrolera con un potencial sin par en la historia moderna, son muchos los ojos que están puestos sobre el el futuro antes que en el presente, con todos los riesgos que eso puede generar en cualquier industria, incluida la editorial. En eso, la postal aérea de São Paulo es sintomática, una ciudad que desde el avión se revela como un monstruo sin frontera visible. A 20.000 pies de altura, la capital del estado más rico de Brasil no tiene límites y existe la sensación de que si el mundo fuera plano, en cualquier momento uno podría irse por el desbarrancadero sin advertirlo. El optimismo está lleno de precipicios.

Nélida Piñón

Un Estado comprador que necesita mostrarse

Para desentrañar la industria editorial brasileña hay que empezar por la Fundación Biblioteca Nacional, con sede en Rio de Janeiro y adscrita al Ministerio de Cultura. En ella se toman las principales decisiones que afectan al libro y aunque hay muchas instituciones vinculadas a la lectura, esta es la que aglutina más capacidades y poderes. La preside Galeno Amorim, periodista con un par de décadas ejerciendo cargos culturales y visitante asiduo de Colombia, quien reconoce en este país varios ejemplos de políticas públicas exitosas que se han copiado luego en Brasil. La red de bibliotecas, por supuesto, pero también planes como Libro al Viento. Para la Fundación, esta presencia en la Feria de Bogotá marca el comienzo de un calendario internacional que agasajará a la cuna de Machado de Assis en Londres, Bologna, Frankfurt, París… “Estamos planificando nuestra agenda hasta 2020”, dice Amorim.

En esas intenciones de abrirse al mundo, Brasil juega contra su bien conocida condición de país insular, ombliguista, y que se ve reflejada en las traducciones del mercado editorial: solo el 8% de los libros editados en 2010 eran traducciones, el resto fueron escritos en portugués. A la inversa, son pocos los autores brasileños con presencia en el extranjero y ahí es indudable que Paulo Coelho ejerce de gran embajador. También están Nélida Piñon, Rubem Fonseca, Clarice Lispector, pero esa es una muestra ínfima al lado de la producción literaria contemporánea. Autores jóvenes que han tenido éxito en el mercado local y escrito buenas novelas, apenas tienen presencia en castellano y para revertir poco a poco esa tendencia, la Fundación Biblioteca Nacional invertirá unos 8 millones de dólares de aquí a 2020 en ayudas financieras a editoriales extranjeras interesadas en traducir y publicar escritores locales. Antes de 2011, se gastaban unos 5.000 dólares anuales en ese fin, pero a partir de ahora el número se multiplica por cien: “La cultura es la manera de darse a conocer afuera y la literatura es nuestra manera de compartir la visión del mundo”, cuenta Amorim como quien reconoce tácitamente que esta presencia en ferias aquí y allá es una necesidad para una economía que quiere seguir atrayendo inversionistas y conquistar nuevos espacios.

Frente a mercados más robustos, Bogotá tiene una importancia simbólica para Brasil, ya que se trata de una plaza con mucha visibilidad internacional, por eso Amorim traza una meta de traducir cien libros al español en los próximos diez años, solo dentro del circuito colombiano. Si todo va bien, dice, el número se quedará corto.

Ayudas estatales como esa a la traducción son la norma en Brasil, ya que el gran comprador del sector editorial es el Estado. Según el más reciente informe de la Cámara Brasileña del Libro, el país tiene 750 editoras, 16 de éstas con una facturación que supera los 28 millones de dólares anuales. El grueso del sector, 231 editoriales, contó ingresos de hasta 500.000 dólares en 2010, pero esas proporciones serían inviables sin el largo brazo de las políticas gubernamentales: en ese mismo año se vendieron 437.945.286 millones de ejemplares, de los cuales 163.133.158 hicieron parte de las compras del gobierno en sus múltiples planes de lectura, no en vano el sector de libros didácticos es el que puntea la tabla de ventas, con 202.658.992 ejemplares. Fuera del ámbito estatal, las 3.300 librerías brasileñas pasaron por sus cajas registradoras 104.798.192 ejemplares, de los cuales poco más del 20% se vendieron en la cadena omnipresente del país: Saraiva, una empresa que cotiza en bolsa, además, con acciones muy estables.

Rubem Fonseca

La industria brasileña publicó 18.712 nuevos títulos en 2010, lo cual arroja un promedio de casi 60 novedades por día, sin contar reediciones. En suma, la facturación creció un 8,12% frente a 2009, mientras que los ejemplares vendidos mantuvieron un alza de 13,12% en la comparativa del mismo periodo, todo en un contexto de crisis global que ha llamado inversiones de grupos como Prisa, Pearson, Leya y, según cuentan los rumores, Bertelsmann en el futuro próximo. La estrategia, hasta ahora, pasa por comprar casas brasileñas reputadas y a finales de marzo la gran noticia era la nueva y mayoritaria participación de Pearson en la editorial más importante del país: Companhia das Letras. Pero, ¿dónde quedan los independientes?

Abundan los sellos pequeños y entre ellos destaca la joven Móbile Editorial, fundada en 2011 por Eduardo Coelho. Sus libros abarcan narrativa, poesía y crítica literaria, reúnen autores conocidos con debutantes y buscan una identidad gráfica bien definida a partir de ilustraciones, pero las proporciones de este mercado inmenso contrastan con los tirajes de una nueva novela, que rara vez llega a los 1.000 ejemplares. De hecho, las cantidades cambian poco cuando se trata de grandes editoriales y, salvo casos excepcionales, un narrador con mercado y lectores suele quedarse en un rango de 2.000 copias vendidas. Una vez más, el apoyo llega del Estado y aunque está de más mencionar las muchas editoriales que publican casi a la carta para las exigencias de los planes de lectura, Coelho reconoce que en sus proyecciones financieras es importantísimo tener un libro que pueda hacer parte de esa dinámica gubernamental. A esa motivación se debe el crecimiento del sector de literatura infantil y juvenil, que analizaremos con detenimiento en el próximo número.

Últimos
lanzamientos

Suscríbete
a nuestro newsletter