Chai Editora o creer que nadie va a leer esto
En una nueva entrega de su Cuaderno de Notas, Harrys Salswach nos presenta los entresijos de Chai Editora, una editorial que no es lo que parece.

En una nueva entrega de su Cuaderno de Notas, Harrys Salswach nos presenta los entresijos de Chai Editora, una editorial que no es lo que parece.
No sé por qué recordé el nombre de una margarina que se publicita por lo que parece y no es, I Can´t Believe It´s Not Butter, cuando leí en una entrevista que le hacen en Letras Libres al editor de Chai Editora, Santiago La Rosa: «esto no lo va a querer leer nadie». Y se me hizo un buen nombre para una editorial. Creada en 2019, en Córdoba, Argentina, por un lector que a contracorriente pensó que las traducciones de obras contemporáneas podrían funcionar y, desde San Javier, llegar a otros tantos lectores del mundo hispano. Chai Editora es una editorial muy joven. Otro tanto hace Fiordo, pero esta se encuentra en Buenos Aires, digamos, en la candela. Chai, en Las Sierras Grandes.
Dos colecciones. Cuentos y Elementales. No hay mucho qué explicar. Cuentos la dirige Federico Falco, escritor cordobés reconocido dentro y fuera de Argentina, fue finalista al Premio Herralde de Novela 2020 por Los llanos, sus cuentos han sido traducidos y publicados en revistas, entre otras, Granta. Es también traductor. Elementales es la colección que publica (y publicará) autores que no son contemporáneos en el sentido más inmediato, pero que sin embargo hablan directamente a nuestro tiempo; hasta ahora, solo Diarios, de Katherine Mansfield, se encuentra en ella.
Y lo que es fundamental en esta Chai Editora es la traducción. El nombre del traductor está en la tapa y en la página en línea tiene una entrada al lado de los autores, con una pequeña reseña de su oficio. Y es tan importante la traducción desde Latinoamérica que considero que desde allá se traduce para todo el mundo hispano, con diferencia a lo que se hace en España, que se traduce para los españoles y en muchas ocasiones (sin olvidar a traductores de calidad incuestionable) se sienten los libros «doblados» y no traducidos. En una oportunidad, una librera me comentó no haber podido leer La uruguaya, de Pedro Mairal (Libros del Asteroide) porque tenía que ir cada tanto al diccionario. Le pregunté si hubiese sido mejor una traducción a la misma lengua, me dijo que sí e impávida dejó caer «los traductores argentinos son los peores», un estribillo habitual en el medio. Con seguridad los libros de esta editorial se encuentran en esa librería. El grupo de traductores con el que cuenta Chai Editora está conformado por profesionales del oficio, escritores, editores, me gusta pensar que se ganan la vida entre libros. Y lo siguiente sí que es una rareza. No solo los traductores tienen una entrada en la página de Chai Editora, también la tienen los fotógrafos y los artistas que ilustran las cubiertas, la vestimenta de los libros y que, para muchos, es el comienzo de la historia.
La política de edición de Santiago La Rosa es editar autores, es decir, todos los libros de un autor al que consideran importante o, hablemos con claridad, el que tendría un buen lector en su biblioteca. Como Cynan Jones o Peter Orner. Quien haya trabajado en una editorial de algún gran grupo sabe que la biblioteca personal no debe inmiscuirse en la oficina. En este caso Chai Editora publica lo que tendría el editor en su biblioteca. Dos maneras de encarar el oficio. El lector sale ganando.
Aquel libro que el editor pensó no lo iba a querer leer nadie es de Peter Orner, ¿Hay alguien ahí? El autor, un judío nacido en Chicago, de pronto se ve imposibilitado para escribir ficción. Su padre ha fallecido y de pronto lo invade un desánimo que no vio venir. El garaje de su casa está repleto de libros, no cabe ni uno en las baldas y tiene que apilarlos. Llama a ese lugar «su oficina» porque pasa más tiempo ahí que arriba, en su piso. Los antiguos vecinos solían filmar porno amateur, así que en ese garaje Peter tiene unos focos de luz de los que señala «si llegara a olvidarlos encendidos de noche, la casa se prendería fuego». Es entonces que entre lociones de coco y cojines de terciopelo, el autor comienza a reflexionar sobre el duelo, la escritura, los recuerdos, los libros leídos y los que nunca podrá leer… Peter Orner en este libro es «el hombre que lee», no hay circunstancia que no esté atravesada, signada, normada y constituida por la lectura. Este cuaderno de notas entrelaza como quien teje una colcha las hebras de la vida y la literatura hasta hacerlas indistinguibles. Quizás, lo que algún editor tenga como proyecto. Por cierto, Chai Editora debe su nombre a lo que significa en hebreo: vida, vivo o vivir.