Cuaderno de notas: Angosta, posibilidad luminosa
La editorial colombiana es presidida por Héctor Abad Faciolince, autor de "El olvido que seremos", clásico de la literatura hispanoamericana

Es una pregunta recurrente, diría que de protocolo, cuando la conversación entre colegas se desliza hacia el trabajo. Si se está entre editores, agentes, scouts, libreros, y el café es la bebida que reúne, la conversación muestra una textura distinta a la del encuentro celebratorio o meramente extralaboral que gira alrededor de los libros y los brindis, con sus respectivos posbrindis. La cuestión surge de pronto, «¿Y este autor del que me hablas, lo leen en su país?». Es una pregunta pertinente. Si bien no sería difícil dar con aquellos desconocidos en su tierra con una lectoría significativa en otras latitudes, es ineludible consultar si al escritor lo leen en casa.
Y es de cajón que la pregunta suponga que el autor —para serlo— debe haber sido publicado (no quiero entrar en reflexiones de otro calibre). Obviedades aparte, el que las posibilidades editoriales sean hoy mayores no resta dificultad a que un escritor vea su libro impreso, distribuido, vendido y leído. Hasta aquí esta cuestión de la que se seguirá escribiendo mientras haya cultura. A lo que voy es al surgimiento de editoriales pequeñas que, con el favor de nuevas tecnologías tanto de impresión como de difusión, hacen posible que aquella pregunta, por válida, no sea decisiva. Amén de quien no sabe vivir sino rodeado de libros. Y es que aventurarse fuera de casa con un libro publicado no es lo mismo que aventurarse fuera de casa con un manuscrito.
Un ejemplo de esta posibilidad que hasta hace unas décadas era remota, es la pequeña y exquisita editorial colombiana Angosta. Su director, escritor consagrado: Héctor Abad Faciolince. El antioqueño decide fundar una editorial cuya nómina es familiar: su esposa y sus dos hijos. Lo asisten dos jóvenes que participaron en su taller de la Universidad Eafit. Héctor Abad ha sido librero, profesor, traductor, columnista, editor para otras editoriales… y es escritor de una obra a la que se suma una novela recientemente publicada cuya sola premisa es un desafío para el ánimo actual: se trata de un cura amable que, mientras espera un donante de corazón, es testigo del ánimo paterno. Salvo mi corazón, todo está bien (Alfaguara).
Angosta goza del cuidado de aquellos que hacen posible su catálogo. Su editor, José Ardila, ha dicho en una entrevista para la Fundación Ratón de Biblioteca que «casi que mi primer encuentro con el mundo fue a través de los libros». No se diga más. Ese encuentro impregna el oficio de quienes trabajan en esta editorial cuyo principal aliciente es la difusión de nuevos escritores. Para ello, la selección debe ser más acuciosa, precisa, selectiva, y tener en cuenta que siempre hay un paso, un sendero que sucede a la angustia de lo incierto antes de tomar la decisión de publicar. De ello habla el propio Héctor Abad en la presentación de la editorial: «Las palabras “angosta” y “angustia” provienen de la misma raíz latina: angustus. En la Antigüedad, angustus era un desfiladero o un abismo profundo y estrecho que había que cruzar. Algunas versiones dicen que el abismo se pasaba de un brinco temerario y otras, que se hacía caminando por la base y en fila india (…) Algo de parecido tiene esto con el mercado editorial. Hacer libros es un poco brincar al vacío, caminar de a uno por un callejón rocoso. Hay un riesgo, pero también hay posibilidades luminosas al final de cada tránsito». Parece fe.
Angosta consta de varias colecciones: Ámbar, Opera Prima, Manila, Delta, Lince y la singular Abrebocas (textos breves para descarga gratuita). Poesía, novela, cuento, ensayo. Priva la calidad, la belleza. Los colores, sin ser estridentes, resaltan a la vista en cualquier mesa de novedades; las solapas completas le dan solidez al cuerpo, y un diseño interior que decora los márgenes internos con un tocado delicado hacen de los libros de Angosta material de colección para cualquier bibliófilo. Esta Angosta editorial no es una distopía como lo es la novela del mismo nombre que firma su director.
Poco más de seis años desde fundada, un nombre viene a cuento, el de Sara Jaramillo Klinkert, la medellinense, autora de Cómo maté a mi padre, se aboca a la historia del asesinato de su padre por unos sicarios cuando ella tan solo tenía once años, y cómo esta tragedia dinamitó a la familia. Señalar que es una lectura conmovedora es poco. La violencia enquistada de nuestras sociedades latinoamericanas sucumbe ante la belleza, y este libro es bello. Y doloroso. Lo que viene a cuento es que la publicación de esta novela en Angosta ha tenido repercusiones. Al año siguiente (2020) fue publicada en España por Lumen, sello de Penguin Random House, y ya cuenta con edición francesa en La cosmopolité.
Es un ejercicio imaginativo preguntarse por la suerte de este libro sin Angosta. No lo sé, es una pregunta retórica y no conduce a nada que no sea celebrar su éxito. El próximo febrero Lumen publica la nueva novela de Sara Jaramillo Klinkert, Escrito en la piel del jaguar, y se puede leer en la sinopsis: «La autora descubierta por Héctor Abad Faciolince».
Poder responder que sí a aquella pregunta inicial que siempre surge entre colegas mientras se comparte un café es alentador. Como también lo es el auge de estos pequeños proyectos editoriales que hacen posible que un escritor salga de casa con sus trasnochos dentro de una cubierta que los enmarca, protege y presenta.