Cuaderno de notas: Página indómita, una casa de muchas habitaciones
No es habitual admirar una editorial y que pasen años antes de tener alguno de sus libros. Los derroteros librescos son insondables. Quizás se pueda especular y hacer florecer una explicación. En principio, no es una imposibilidad económica, esta queda descartada, tampoco lo es una jerarquía de prioridades de lecturas, aunque algo tendría que ver….

No es habitual admirar una editorial y que pasen años antes de tener alguno de sus libros. Los derroteros librescos son insondables. Quizás se pueda especular y hacer florecer una explicación. En principio, no es una imposibilidad económica, esta queda descartada, tampoco lo es una jerarquía de prioridades de lecturas, aunque algo tendría que ver.
Página indómita es una editorial dedicada al ensayo filosófico, económico y político. Fundada en 2015 por Roberto Ramos Fontecoba, concentra en su catálogo un sólido corpus de pensamiento. Me atrevo a decir que no hay título menor. Su editor se concentra en un proyecto al mes, quizás dos, y así la dedicación a cada libro se materializa en una edición perfecta. Y sigo, Roberto Ramos Fontecoba es traductor del inglés para su propia editorial: Hannah Arendt, Isaiah Berlin, J. A. Schumpeter, J. M. Keynes, J. S. Mill, Aldous Huxley, George Orwell… llegan a su mesa y, después de una atención especial, porque no hay prisas y sí mucho cariño dado al oficio en cada título, a las manos del lector.
Un diseño elegante, consistente y colorido sin estridencias, las ilustraciones de portada, retratos ilustrados o fotográficos de los autores, brindan un carácter sobrio y a la vez jovial. Una caja con el aire suficiente para que estos ensayos sofisticados y complejos respiren, hacen de Página indómita una editorial primorosa. Un dato: Roberto Ramos sumó experiencia en Akal y luego en Herder. A ver, la primera, una editorial de clara confesión comunista y la segunda, centenaria, con un perfil filosófico, teológico, religioso que ha expandido su contenido sin perder aquel.
Y este es un rasgo significativo. Página indómita conserva un perfil definitorio que hace de su catálogo un solo libro de muchos títulos, es decir, esta editorial se acerca a aquello que señalaba otro editor, otro Roberto, Calasso: «la edición como género literario». No me explico cómo no ha sido merecedora del Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural. O quizás sí, pero esa es otra especulación a la que por ahora no daré cuerda. Es una editorial cuya línea de pensamiento se sitúa en «esa difusa frontera» entre el socialismo democrático y el liberalismo no dogmático, como señala el propio editor en una entrevista concedida a Infolibre en 2018. Y quizás sea este, no estoy seguro, el motivo del señalamiento inicial.
Para estar al tanto del catálogo, para saborear cada visita a la página web y descubrir lo próximo que se publicará, para hojearlos en las librerías casi sin excepción cada vez que visito una… debería tener más títulos en mi biblioteca. Sí, he ido corrigiendo. Tengo tres, y los considero excepcionales, porque debería tener muchos más. Lo que he hecho es comenzar por Liberalismo. Una introducción, del catedrático y teórico londinense ganador del Premio Sir Isaiah Berlin, Michael Freeden, por considerar que es la llave de entrada para darle una «lectura» al catálogo.
Con este acercamiento a la noción del liberalismo y sus vertientes, aristas, inclinaciones y matices, lo siguiente es disfrutar de la travesía intelectual que es el catálogo cuya «difusa frontera» es más una piedra angular que una imprecisión azarosa. Tantos liberalismos…, tantos, que su constante mutación terminaría por ser un signo definitorio. Una casa con muchas habitaciones, tantas que la misma noción doméstica, de casa, de hogar, se desdibuja, por eso tal vez sea esta una editorial indómita. Pero solo especulo. Cualquier conservador vería en este «signo definitorio» una contradicción irresoluble. De ahí que el nombre de esta bella editorial sea una exposición de principios.
Luego, dos clásicos, uno más lejano y otro más reciente, ambos de una vigencia más que notable. Igualdad social y libertad política, una antología de los textos de Tocqueville, La democracia en América y El Antiguo Régimen y la Revolución. Y El opio de los intelectuales, de Raymond Aron. Señala Tocqueville, con la preclaridad de un sabio, que «… a medida que las luces de la fe se oscurecen, la visión de los hombres se estrecha (…) así pues, en épocas de incredulidad hay que temer siempre que los hombres se entreguen al azar de sus deseos cotidianos y que, renunciando por completo a obtener lo que solo se puede lograr mediante largos esfuerzos, no realicen nada grande, apacible y duradero (…)». El otro francés, más cercano en tiempo a nosotros, apunta con el pulso de un cirujano cerebrovascular: «El concepto de revolución, al igual que el concepto de izquierda, no caerá en desuso, pues también expresa una nostalgia, que perdurará mientras las sociedades sean imperfectas y los hombres estén ansiosos por reformarlas. Y no porque el deseo de mejora concluya siempre o lógicamente en la voluntad de revolución. Es necesaria también cierta dosis de optimismo y de impaciencia. Se conocen revolucionarios por odio al mundo, por el deseo de una catástrofe; a menudo, pecan de optimismo (…) Solo la Revolución, porque es una aventura, o un régimen revolucionario, porque acepta el uso permanente de la violencia, parecen capaces de alcanzar el objetivo sublime (…) La violencia misma, más que provocar rechazo, atrae, fascina». Vaya si fascina.
El próximo autor que llegará seguramente a mi biblioteca, otro francés, será Jean Françoise Revel, con El conocimiento inútil. No lo sé, no será una coincidencia. Un rasgo común es que estos autores no son los más populares entre los revolucionarios de salón y los socialdemócratas, estos últimos, comunistas de mazapán que encuentran cobijo entre las muchas habitaciones liberales.