Francisco Suniaga completa su trilogía margariteña
Con Adiós Miss Venezuela, la nueva novela que lanza Editorial Dahbar, este escritor margariteño completa una trilogía insular en torno al abogado José Alberto Benítez, sus extraños casos y sus viajes por el interior de la Venezuela verdadera.

Empezando por el mismo Francisco Suniaga, nadie esperaba en 2005 que él emergería como uno de los autores venezolanos más importantes del presente, por la acogida a sus libros, por la mirada que ellos proporcionan sobre el país, por la calidad de su narrativa. Publicada por Oscar Todtmann en 2005, La otra isla narra las aventuras de una señora alemana que contrata a un abogado margariteño educado en Alemania, José Alberto Benítez, para que lo ayude a entender cómo su hijo, quien se había establecido con su también alemana esposa en la isla unos años antes, terminó ahogado en Playa El Agua.
El éxito de crítica de La otra isla se acompañó con su novela siguiente, un auténtico best seller nacional, El pasajero de Truman, en la que Suniaga reconstruye, sin Benítez pero con otros personajes de ficción, el episodio que torció la historia venezolana: el día de 1945 en que el candidato presidencial de consenso Diógenes Escalante quedó inhabilitado por un colapso mental, abriendo paso a la llamada revolución de octubre y a la dictadura que vino tres años después.
Tras El pasajero de Truman, Suniaga publicó el corto libro ilustrado de memorias Margarita Infanta, y en 2011, una segunda novela con Benítez, Esta gente, en la que habla del chavismo sin nombrarlo pero con gran precisión, en los policías y abogados que lanzan la desgracia sobre un par de viejos tribunos margariteños que habían decidido sembrar la semilla de la independencia de Nueva Esparta.
Y ahora, a finales de 2016, Benítez vuelve con otro caso; un rico bufete de Caracas lo contrata para otra misión que no parece de un abogado pero que suele emprender él: averiguar por qué se suicidó en la playa de La Restinga una querida ex miss que llevaba varios años recluida en la isla. Adiós Miss Venezuela puede ser -o no- el último caso de Benítez. La publica Editorial Dahbar.
“En la medida en que fui escribiendo la novela”, cuenta el escritor y también abogado, editor y periodista, “me fui dando cuenta de que el certamen Miss Venezuela es un mundo complejo donde hay una propuesta estética que convoca otras artes, vestuario, escenografía, aunque uno puede compartir o no. Igual pasa con las telenovelas, que al igual que con los certámenes de belleza ha calado entre los venezolanos”.
Esta novela, aclara Suniaga no tiene nada que ver con el caso de Maye Brandt, otra ex miss pero que murió en Caracas. Ni con Susana Duijm, quien vivía en Margarita. “Es pura ficción. Ella es como una síntesis, una idealización de la Miss Venezuela. Yo estaba buscando otro caso imposible para Benítez, que de nuevo es fronterizo con lo jurídico. Aquí había un personaje buscando expiar sus culpas con una mujer que no lo quiso. En un momento determinado incluso asimilo al Miss Venezuela y su deterioro con lo que pasó con nuestro sistema democrático. Que era una elaboración imperfecta pero que al menos resolvía nuestros problemas de convivencia, como ahora podemos ver. La tolerancia con el otro, incluso cuando aprendíamos todos a ser demócratas. Lo mismo pasa con este concurso, que está en decadencia por la misma desinversión que es brutal en todos los ámbitos, y también el aspecto moral. Cada vez hay más escándalos de prostitución en torno a Venezuela. Pero cómo mantenerse incólume en esto, como un árbol solo en medio de un deslave”.
Es evidente que tú estás tanto haciéndote preguntas sobre el país, el de hoy y el de antes, como planteando algunas de tus ideas sobre él, a través de tus historias o de tus personajes. Pero lo has hecho delimitando episodios -como la inhabilitación de Diógenes Escalante- o territorios -como Margarita y los casos de Benítez. ¿Estás tratando de reflejar Venezuela a escala, o no crees en que uno pueda extrapolar una tesis o una visión de todo un país y de su historia a partir de espacios y tiempos específicos?
Bueno, estas novelas son lo que ha brotado de mí para mirar el presente desde la sensación de que lo que nos ocurre ya nos pasó, de que nada ha cambiado. La otra isla era una prueba en este oficio. Nunca imaginé que pasaría con ella lo que pasó. Mucha gente sigue considerándola mi mejor novela. Yo no pensaba hacer de José Alberto un personaje recurrente, porque las que vinieron después fueron El pasajero de Truman y Margarita Infanta; la siguiente novela con Benítez, Esta gente, vino en 2011. Fueron los editores los que me hicieron ver que Benítez daba para más y yo me puse en eso. La destitución de Manuel Plácido Maneiro como representante de Margarita en los comienzos de la Independencia, de lo que hablo en Esta gente, efectivamente ocurrió, y sí hubo un nuevo representante que llegó tarde; lo que inventé fue que Roscio lo congeló. Lo de la movida alemana para comprar la isla en 1902 también fue histórico. Por una coincidencia que está en el libro, se produjo en aquel momento una decisión del TSJ que dice que los actos que fueron nulos no se convalidan si no se vuelven a realizar. Me puse a preguntarme si los margariteños nos reunimos y cambiamos de opinión y decidimos que ya no queremos ser parte de Venezuela, y resulta que aquel acto de 1810 es nulo y no somos parte de Venezuela. Desde ahí elaboré todo lo demás.
Aunque son profundamente venezolanas tanto en temas como en la oralidad de sus personajes, tus novelas tienen un tono, una estética y una construcción que no se parece a lo que se suele encontrar en la literatura venezolana. ¿Cuáles son tus influencias como escritor, tus modelos, tus búsquedas?
Fui lector de los autores del boom latinoamericano de la novela, pero también de una buena muestra de literatura norteamericana. No tengo claros unos modelos literarios. Sí la presencia de Margarita en mi trabajo. Yo quise darle a estas tragedias -que es lo que he narrado hasta ahora, tragedias- un toque incuestionablemente venezolano, y para lograr eso las hice incuestionablemente margariteñas. Sobre todo en los personajes y en esa ligereza con la que asumimos las tragedias, con que nos reímos en medio de ella. A un personaje de Jonathan Franzen o de Philip Roth, en cambio, nada los distrae de su tragedia. Hay una frase cuyo autor es Efraín Subero: él definió La Asunción como “la ciudad de los aconteceres silenciosos”. Ahí parece que no pasara nada, pero sí pasa, y deja huella, solo que ocurre con esa relativa tranquilidad con la que los isleños en general se toman la vida.
¿Qué has recibido de los lectores con las dos novelas anteriores de la trilogía, y con Truman? ¿Qué han leído ellos allí, qué te han hecho descubrir sobre ellas, qué has despertado en ellos con esos libros?
Siempre te dicen algo que te sorprende porque no estaba en tu intención cuando lo escribiste. Pero ahí ocurre eso de que cuando lanzas un código al espacio cada quien lo decodifica de acuerdo con su estructura mental o sus emociones. A la gente por ejemplo que en La otra isla descubre una Margarita que no había podido ver más allá del circuito turístico, la que late y determina las cosas, porque no hicieron como los alemanes de la novela, que en verdad se meten en una comunidad margariteña. Les llama la atención el mundo de los gallos, esa fascinación por lo primitivo entre nosotros. Pero eso es una percepción de lectores de Caracas, por ejemplo; a los margariteños les encanta y les sorprende que Margarita ha sido escenario, centro, de cuatro libros. Ha habido margariteños que han hecho cosas extraordinariamente importantes pero no habían hecho eso. Yo me siento muy halagado por el tratamiento que me dan los margariteños.
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