Nerea, la gracia de los libros

El nombre de la editorial es el de una de las cincuenta nereidas. Diosas del mar, nacidas de Nereo y Doris, a su vez aquel, nacido de Gea y Pontos, es decir, de la unión entre la tierra y el mar

editorial nerea 2

Cuaderno de notas es la columna de Harrys Salswach

18 de febrero del 2021
Por Harrys Salswach

«Un libro es siempre una aventura». Frase manida donde las haya. Sin embargo, si la empresa cometida encierra peligros y, claro está, recompensas a la altura de estos, se carga de sentido. Quien la pronuncia es Marién Nieva, editora de Nerea, empresa editorial que arriba a treinta y cinco años de fundada. Ya la aventura se va cargando de significado. Y no es poco.

El nombre de la editorial es el de una de las cincuenta nereidas. Diosas del mar, nacidas de Nereo y Doris, a su vez aquel, nacido de Gea y Pontos, es decir, de la unión entre la tierra y el mar. La prosapia mitológica de esta editorial se remonta a los tiempos de Hesíodo. Para los antiguos, las nereidas protegían a los marineros de las tormentas y tempestades que los azotaban durante las travesías y, a su vez, representaban la belleza y el encanto del mundo marino.

No son pocas las aventuras emprendidas luego de poco más de tres décadas y alrededor de trescientos títulos publicados. La gesta es homérica. Esta frase, también manida donde las haya, es todo significado una vez que este emerge del oficio, del catálogo, de la calidad, de la rigurosidad y de la virtud.

Nerea Editorial se instala en Donostia, en el mar Cantábrico, luego de que la hoy delegada, Marta Casares, entonces una de las fundadoras, decidiera regresar a su tierra desde Madrid hace unos veintidós años. Y hace de la nueva sede una casa llena de libros y belleza. Porque esta editorial se especializa en el arte: la arquitectura, la pintura, el urbanismo, la escultura, la fotografía, el coleccionismo, la historia de la estética, los catálogos de exposiciones, entre muchas otras áreas vinculadas a la expresión de la belleza, tienen cabida en Nerea

La exigencia está a la altura de la propia aventura: que el libro sea el portador de la belleza que se explaya en sus páginas. De esta manera el propio libro es una pieza de arte.

Y como la sede de Nerea es «una casa llena de libros y belleza», no es casual que dos títulos despierten admiración y quiten el aliento —no solo por ser uno de ellos de gran formato y demande un espacio adecuado para su lectura— sino por la exquisita elegancia con la que han sido editados y los temas tratados. La biblioteca. Un patrimonio mundial, de James W. P. Campbell y, La casa. Historia de una idea, de Witold Rybczynski. Porque una casa sin libros podrá ser una casa, pero no un hogar. Y una biblioteca como las que se visitan en el libro de Campbell bien podría ser el hogar de cualquier lector.

El libro del escocés Rybczynski, catedrático de arquitectura, es un ensayo que repasa las distintas nociones de la vivienda a lo largo de los siglos y se centra en un punto desde el cual se expande la mirada hasta dar cuenta de la sociedad y el momento histórico en que se ha pensado en él: confort. No son pocas las apreciaciones técnicas, materiales y culturales que han hecho posible que la casa suponga no solo una protección ante los embates del mundo, sino un mundo, el doméstico, en sí mismo.

El libro del inglés Campbell, especialista en historia del arte y catedrático de Cambridge, es asombroso. En un viaje por veintiún países junto al fotógrafo Will Pryce visita ochenta bibliotecas para conocer y dar cuenta de cómo se construyeron los edificios que albergan la sabiduría y cultura de distintas sociedades en distintos momentos. Las bibliotecas no son solo lugares donde se almacenan libros, sino homenajes a la cultura que resguardan.

Una obra para que refugia a otras

No hay que pasar por alto que la historia y el diseño de estos edificios son parte sustancial de la historia misma de los libros. Con poco menos de trescientas ilustraciones, de la Biblioteca de Celso en Éfeso (Turquía), a la Biblioteca de la Abadía de Wiblingen (Alemania), hasta la Biblioteca José Vasconcelos en México, y de esta a la Biblioteca Liyuan en China, construida a base de varas de madera calzadas a presión entre rieles de acero, y que parece surgida directamente del paisaje, es esta una aventura que seguramente contó con el resguardo de las nereidas, aquellas diosas símbolos de la gracia y la belleza.

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