Cuaderno de notas: WunderKammer y la rara belleza
El señalamiento que hace Elisabet Riera sobre su editorial Wunderkammer, «rescatar el espíritu romántico en el fondo y en la forma», sí que es singular. He aquí algunos de esos rasgos del romanticismo: la unicidad, la originalidad, la autenticidad y el talento.

15 de diciembre del 2021
Por Harrys Salswach
“Es un placer para nosotros ofrecerle la llave de nuestro Wunderkammer, un gabinete de maravillas editorial…”
Decir que un proyecto editorial es romántico parecería, a todas luces, una redundancia. Claro está, si no nos tomamos muy en serio lo que el romanticismo ha sido. Y mucho más, si obviamos su larga sombra que se proyecta sobre el siglo xxi. Eso sí, lo apuntemos al giro del espíritu humano que se dio entre el siglo xviii y xix, o lo consideremos una manera presente en todas las épocas, la exaltación del talento en su singularidad es uno de sus rasgos.
El señalamiento que hace Elisabet Riera sobre su editorial Wunderkammer, «rescatar el espíritu romántico en el fondo y en la forma», sí que es singular. He aquí algunos de esos rasgos del romanticismo: la unicidad, la originalidad, la autenticidad y el talento. Así como del romanticismo surge una corriente en primera instancia contraria al proyecto ilustrado moderno, este sello editorial surge «como una respuesta a esta edición masiva que padecemos», en palabras de su editora.
El nombre de esta editorial barcelonesa significa «gabinete de maravillas» y al darle un vistazo al catálogo, se explica por sí mismo el sentido en el que se ha utilizado el término. Hay una belleza rara y apreciable. Otro rasgo de un romanticismo desvinculado de la razón: rareza, extrañeza, marginalidad. Tres colecciones, Wunderkammer, Áurea y Cahiers, conforman el sello.
Las cubiertas están hechas manualmente en una imprenta Minerva, populares en el siglo xix, los tipos móviles son de la familia Bodoni y han sido fundidos por Swamp Press en Estados Unidos (el catálogo, que se puede descargar en línea, es un muestrario tipográfico hermoso), por lo tanto, título, autor, imagen y nombre del sello están troquelados. Los interiores se imprimen sobre papel de la papelera sueca Munken de Artic. Las dimensiones, 10 x 21 cm, hacen que el libro tenga una sobria verticalidad, elegante al igual que la mancha.
De Wunderkammer, tres libros que son de colección (puestos, lo es todo el catálogo): Los raros, de Rubén Darío; El ojo en la mitología. Su simbolismo, de Juan Eduardo Cirlot; y Lo que dicen las mesas parlantes, de Víctor Hugo. El nicaragüense recoge su propio «gabinete de extraños» en cada semblanza de sus escritores admirados; extrañeza y singularidad que se desvinculan de toda vulgaridad. La erudición del crítico de arte español se fija en el ojo y su vinculación con las religiones y el arte, en fin, una breve historia de lo sagrado. Por último, el francés, durante una estadía en la Isla de Jersey, transcribe sus encuentros con el más allá, alrededor de una mesa de tres patas que atiende cada noche a los visitantes, entre otros, Jesucristo, Galileo, Platón o Shakespeare. Si de lo extraordinario hablamos.
Solo cuatro títulos al año brinda este gabinete de prodigios. Según las cifras más recientes, son 80.000 aproximadamente los que se publican en España en el mismo periodo. Destacar no es tarea fácil. Quizás hay una epidemia de románticos. Pero no es así, el talento se materializa, no se consiente. He aquí la diferencia —una de tantas— entre la larga sombra del romanticismo que pesa sobre nuestros días y el espíritu romántico: el talento no es un emocionalismo igualador. Se trata de lo disímil. De la única y rara belleza que es esta Wunderkammer.