Cuaderno de notas: Gadir Mediterránea
Gadir lleva el nombre fenicio de Cádiz, una de las ciudades más antiguas del Occidente europeo. Epicentro de la historia de España

27 de junio del 2022
Por Harrys Salswach
Nicolino recorre las afueras de Selinunte, la zona del pueblo que da al mar donde ya no vive nadie y solo quedan las ruinas del pasado, vestigios de la belleza. Recuerda lo que fue Selinunte cuando las palabras no habían sido expulsadas del pueblo junto a su guardián, aquel librero de aspecto encogido, nariz aguileña y ojos diminutos, pequeño, muy pequeño, casi parecido a un duende, que llegó un día y abrió una librería en la que leía todas las noches y no vendía ningún libro. Una librería abarrotada de libros encuadernados en azul, como el azul del cielo, el color de la nobleza.
Color de la mayoría de los libros de Gadir: encuadernaciones blancas y azules, como la luz del mar mediterráneo, papel ahuesado y una caja amable. Quizás su editor y fundador, Javier Santillán, tenga algo de aquel librero. Nicolino, el narrador de El librero de Selinunte, recuerda cuando era tan solo un niño de trece años y estaba fascinado con la figura del librero que leía en voz alta por las noches y al que todo el pueblo temía.
Varias noches seguidas se esconde entre las torres de libros que inundan cada rincón de la librería y escucha a Pessoa, a Leopardi, a Rimbaud, a Proust, a Borges y a tantos otros en la voz del librero, y se maravilla con las palabras que le invaden el ánimo, el espíritu, hasta darse cuenta de que escuchar esas lecturas le ha cambiado la vida.
El origen de Gadir
Gadir lleva el nombre fenicio de Cádiz, una de las ciudades más antiguas del Occidente europeo. Epicentro de la historia de España. Así, tradición, mar, luz y cultura mediterránea podrían definir a esta editorial fundada en 2004 y que, tras casi dos décadas dedicada a los clásicos de todos los siglos, amalgama grandes nombres de la literatura: Dante Alighieri, Luigi Pirandello, Leonardo Da Vinci, Stendhal, Dino Buzzati, Fernando Pessoa, Gustave Flaubert, Antón Chéjov, Fiódor Dostoievski, entre tantos otros. La narrativa, las memorias y el ensayo son las principales líneas editoriales de Gadir.
La obvia inclinación mediterránea italiana es una debilidad que no solo se explica por el gusto de Javier Santillán, sino que viene dada por la necesidad de contrarrestar el influjo sajón y francés de los dos últimos siglos en España, en palabras del propio editor. Y quizás, contrarrestar la fealdad que parece haberse instalado en un Occidente fatuo, desorientado y desmemoriado. No mucho.
Una editorial con librería
La delicada belleza de una rareza encuadernada da cuenta de ello. Un libro. Un gesto. Se trata de un librito hermoso, inclasificable y lleno de alegría y celebración de la vida: La Toscana en tren de vapor, de Carlo Collodi (sí, el autor de Las aventuras de Pinocho), una suerte de cuaderno de viajes en el que las gentes y los paisajes son los protagonistas de una comedia humana de bolsillo, donde la locomotora y las estaciones entre Florencia, Pisa y Livorno son el mundo en poco menos que un vagón y doscientas páginas.
Y es que el parecido del editor de Gadir con aquel librero de las ruinas griegas de Sicilia es inusual. Gadir abre su propia librería en Madrid, y es plausible imaginar a su dueño y editor leer cada noche a puertas cerradas (como si estuviese en un vagón de la locomotora toscana) esperanzado porque las palabras no terminen siendo ruinas. Ambos libreros son el recordatorio de una afasia anunciada. Los libros, vasos comunicantes de la sabiduría. Y las palabras, el sentido que ordena e insta al reconocimiento de la belleza.
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